Guillem Bestard

La crema de la intelectualidad

El legado fotográfico de Guillem Bestard (Pollensa, 1881-1969) nos habla del esplendor y las escenas cotidianas de una Mallorca que ya no existe.

Paseo de la Riba, Palma 1920.
Puerto de Pollensa, 1930.

Una tarde de finales del siglo XIX, en un pequeño hostal de Pollensa, al norte de Mallorca, un niño, ligeramente apartado del grupo de tertulianos reunidos en torno a una mesa, no se pierde una palabra de lo que allí se está hablando. El niño se llama Guillem Bestard, y el hostal que acoge a pintores, escritores e intelectuales españoles y extranjeros, es propiedad de sus padres.

Allí empieza la historia de uno de los precursores de la fotografía en Mallorca, que supo elevar a obra de arte. Uno de aquellos ilustres tertulianos, un señor alemán, le mostró a Guillem las primeras nociones: cómo encuadrar, cómo revelar, cómo elegir la mejor luz... Si tenemos en cuenta que, por aquel entonces, hace más de 120 años, los fotógrafos tenían que taparse la cabeza con un velo negro para encuadrar la imagen, y luego tapar y destapar el objetivo, la precisión del artista cobraba una importancia mayúscula.

Fue este señor alemán el que le regaló a Guillem su primera cámara, y sus padres le compraron la casa del vecino, que enseguida convirtió en laboratorio fotográfico. A la vez, este espacio se convirtió en uno de los lugares de Mallorca para el encuentro cultural, donde los recitales de poesía, los conciertos de piano y las tertulias eran los protagonistas.

Guillem Bestard fotografió los inicios del turismo en Mallorca, y dio testimonio de los oficios, la Mallorca tradicional, la vida cotidiana y los principales acontecimientos de la isla. Frente a su objetivo posaron artistas de la talla de Joaquín Sorolla, Santiago Rusiñol, Anglada Camarassa o Tito Cittadini, entre otros.

Además fue un innovador, al crear un nuevo tipo de [...]


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Paseo de la Riba, Palma 1920.
Puerto de Pollensa, 1930.
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