Salar de Uyuni

Espejismos de Uyuni

Viaje en primera persona al Salar de Uyuni, en Bolivia, el mayor desierto de sal del mundo, tan extenso que es visible desde el espacio.

“Tienen que colocárselas entre las muelas y el carrillo y dejar que vayan soltando la savia”, nos dice Huáscar, nuestro guía, extendiendo hacia nosotros un puñado de hojas de coca. “Sí, es uno de los ingredientes de la cocaína, pero sus efectos no tienen nada que ver”, nos tranquiliza, al ver nuestras caras. “Es para prevenir el soroche”, apostilla.


¡Claro, el soroche! Así es como llaman en Bolivia al mal de altura. Casi habíamos olvidado que estamos a 3.650 metros sobre el nivel del mar, donde el oxígeno es escaso y el aire pesa. Dolor de cabeza, náuseas, agotamiento, bajada de tensión... Ante la retahíla de síntomas, aceptamos las hojas de esta planta tradicional que por estos pagos se consume como si fuera café, y de hecho tiene unos efectos parecidos. Es dulzona, sienta bien. Estamos listos para subir al jeep.


Un gran manto blanco se extiende por el desierto hasta donde la vista alcanza. Es imposible que eso no sea nieve, nos dicen nuestros sentidos. Pero en el altiplano andino no te puedes fiar demasiado de los sentidos, nublados por la altura y la belleza. ¿Un espejismo en medio del desierto? No: el Salar de Uyuni. 10.500 metros cuadrados de sal, amontonada capa sobre capa hasta 120 metros de profundidad. El mayor desierto de sal del mundo, y el más alto. Tan extenso que se puede ver desde el espacio. 


La mayor reserva mundial de litio, mineral imprescindible para fabricar las modernas baterías de los coches eléctricos. Un terreno codiciado desde tiempos remotos por sus yacimientos minerales, en pleno Departamento de Potosí, Bolivia. La expresión “vale un potosí”, en referencia a que algo es muy valioso, lo dice todo respecto a la riqueza ancestral de estas tierras.


El cementerio de trenes que nos encontramos en las inmediaciones del salar parece otro espejismo, pero es tan real como el metal oxidado del que están hechas las locomotoras y vagones del siglo XIX que transportaron la plata extraída de las minas de Potosí a Antofagasta, en Chile. No podemos evitar imaginar, asaltando uno de estos trenes, al bandido Butch Cassidy (interpretado por Paul Newman en Dos hombres y un destino), personaje real que pasó los últimos años de su vida haciendo de las suyas por estas tierras.


Conocido como “el espejo del mundo” debido a que, en la época de lluvias, refleja el cielo de tal forma que es imposible determinar dónde está el horizonte, el Salar de Uyuni es inagotable. Solo tras varias horas sumergidos en la blancura total, cuando creemos que vamos a empezar a volvernos locos, un pequeño promontorio se adivina en el horizonte. ¿Otro espejismo? No: es la isla Inkawasi, ubicada en el corazón del salar y poblada de cactus iguales que los de las películas del oeste.


Nos alejamos con la extraña sensación de que los huesos de Butch Cassidy pueden estar enterrados por allí, para pasar la noche en un refugio en medio del desierto, con unas estrellas enormes contemplándonos mientras tomamos una reconfortante infusión de coca que nos ayuda a sobrellevar el frío, el agotamiento y la altura. Mientras tanto, Huáscar masca sus hojas y nos cuenta que en la zona viven unas 7.000 personas de etnia aimara, que se dedican al cultivo de la quínoa y el pastoreo de llamas.


En las inmediaciones del Salar también abundan otros espejismos: la laguna colorada, cuyas aguas tienen este extraño color debido al pigmento de una variedad de algas rojas de agua salada, a juego con los flamencos rosados que la abarrotan; la laguna verde, de color esmeralda debido al alto contenido de magnesio de sus aguas; el desierto de Siloli, poblado de caprichosas formas de piedra en un paisaje típicamente western que nos vuelve recordar al forajido Cassidy, y Sol de Mañana, un área desértica con intensa actividad volcánica, llena de cráteres, fumarolas, géiseres y pozas de agua caliente donde tomamos el baño más surrealista de nuestra vida.


Nos alejamos de allí entendiendo por qué Latinoamérica es la cuna del [...]


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