Historia de Palma
El pasado descubierto
Bajo las calles de Palma, oscuros, húmedos y silenciosos, los refugios antiaéreos que protegieron a la población de las bombas durante la Guerra Civil española (1936-1939) guardan historias que merecen ser contadas.
texto Marina Sancho
fotografía Íñigo Vega
Con el estallido de la Guerra Civil de 1936 España empezó a escribir uno de los capítulos más tristes de su historia reciente. Palma no fue una excepción y, sobre todo en los primeros meses de la contienda, la ciudad fue bombardeada con saña desde el cielo.
“Recuerdo que iba de camino a casa de mi abuelo cuando sonó la sirena. Dejé la bicicleta tirada y bajé corriendo al refugio. Tras bajar por la escalinata había un desvío en zigzag, pues decían que, si caía una bomba, ayudaba a mitigar la onda expansiva de metralla. No había grandes salas, todo eran pasillos con bancadas a cada lado. La gente se sentaba a esperar. Es como si lo estuviera viendo ahora mismo.” A sus 86 años, Paco Segura (Palma, 1933) evoca el olor a arcilla del refugio que había al otro lado de la acera de su casa.
Las primeras explosiones hacen que los habitantes de Palma empiecen a reaccionar ante el peligro. Los bombardeos se convierten en el principal tema de conversación. Muchos palmesanos emprenden un éxodo de la ciudad al campo. La recomendación es esconderse bajo el hueco de la escalera, pero esto no te garantiza que salves la vida. Sin tiempo que perder, las autoridades se ven obligadas a construir una red de refugios antiaéreos en calles y plazas, para proteger a la población de los ataques.
En la construcción de estos refugios públicos participaban los vecinos, que picaban y sacaban cestas llenas de tierra con una polea, mientras que los más jóvenes, como Paco, se encargaban de vaciarlas y traerlas de vuelta.
Con su bóveda de medio cañón, cuanto más estrechos eran los refugios, más seguros. Para su construcción, además de los brazos de los vecinos, fue precisa la ayuda de la mayoría de arquitectos e ingenieros de la ciudad.
“¡Francisca, Francisca, los aviones, que vienen los aviones, vámonos corriendo al refugio!”... Francisca Seguí (Palma, 1929) estaba en clase de costura cuando vio aparecer a su madre gritando, con el gesto desencajado. Aquella vez resultó ser una inofensiva bandada de gaviotas la que sobrevolaba el cielo, y no una escuadra de aviones, relata Francisca, sonriendo ahora al evocar aquel suceso. Pero en muchas ocasiones la alarma era real. Francisca tenía entonces siete años y, al igual que Paco, no ha olvidado las escaleras que descendían al refugio antiaéreo de El Terreno que había entre la esquina de su casa y la iglesia que se halla un poco más arriba.
La importancia de recordar
Una vez finalizada la guerra, los más de 700 refugios públicos y privados repartidos entre casas, calles y plazas de la ciudad, fueron lentamente cayendo en el olvido. Hasta que medio siglo más tarde Tomeu Fiol (Palma, 1970), a raíz de unas obras que estaba realizando en un negocio familiar, descubrió lo que parecía ser un misterioso agujero.
Un misterioso agujero que, tras ponerlo en conocimiento del Ayuntamiento, acabó por convertirse en una red de túneles y refugios. De esta manera, y sin buscarlo premeditadamente, Tomeu ha dedicado gran parte de su vida a localizar, desenterrar y documentar los refugios antiaéreos de Palma. “Estaba convencido de que la mayor parte de los refugios públicos todavía existían debajo de la tierra, invisibles e inaccesibles, bajo las calles por las que caminamos cada día”.
Para lograr entrar en algunos de estos refugios, Tomeu estuvo pendiente durante años de las excavaciones que se iban realizando en la vía pública. Gracias a su trabajo como ingeniero en una empresa de telecomunicaciones, estaba en contacto con empresas que constantemente iba levantando el subsuelo de la ciudad para instalar nuevos cableados. Y se sirvió de su ingenio para introducirse en los viejos refugios antiaéreos y fotografiarlos. “La primera vez que entré en uno de ellos, el corazón me latía tan deprisa que no sabia si sería capaz de llegar al final del pasillo, que me pareció increíblemente largo”, relata.
Veintisiete años después de iniciar su particular cruzada, Tomeu Fiol dejó constancia de sus descubrimientos en el libro Els refugis antiearis de Palma i la defensa passiva a Mallorca durant la Guerra Civil (1936-1939), editado por Lleonard Muntaner. Su objetivo es reclamar la preservación y puesta en valor de estos vestigios antes de que desaparezcan para siempre.
Es probable que la generación de Paco y Francisca sea la última en poder recordar “esta parte oscura y trágica de nuestra historia”. Abrir al público algunos de los refugios antiaéreos sería hacer un esfuerzo consciente por recuperar, valorar y tratar con especial respeto el pasado. “Un tiempo en el que, a pesar de la guerra, las bombas, las sirenas y el miedo, logramos salir hacia adelante”, concluye Tomeu.
(IN PALMA quiere agradecer al Consell de Mallorca su colaboración en este reportaje).
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