Ramón Enrich

“La pintura es la manera más rápida de llegar al alma”

Ramón Enrich (Igualada, Barcelona, 1968) ha expuesto su arte en medio mundo, pero siente que su obra está ligada al Mediterráneo como a ningún otro lugar. El mural creado recientemente para el St. Regis Mardavall es una alegoría de la Mallorca interior y de su elegancia natural.

“Para mí la pintura es la manera más rápida de llegar al alma. Como en la poesía, una pintura tiene que ser un rechazo o un flechazo, pero muy rápido”, afirma Ramón Enrich, quien de pequeño disfrutaba tocando el piano, subiendo a los árboles, mirando qué hacían las hormigas o encendiendo cerillas, “acciones que tienen un toque prohibido para los niños porque entonces tienes una visión diferente del mundo”.

Trepar hasta la copa de los árboles, esconderse y ver qué sucedía era uno de sus grandes pasatiempos. “Muchos de mis cuadros reflejan lo que viví de niño porque son vistas aéreas. Si estás un poco por encima de los hechos los entiendes mejor, como si tuvieras un cierto dominio del mundo. Es como alejarse del problema para intentar captarlo y entenderlo”.


Ramón se matriculó en Derecho y Arquitectura, pero al final decidió estudiar Bellas Artes. “Pintaba, dibujaba, ensuciaba papeles y, aunque fuera mi vocación, me asustaba. Ir a por tu vocación es siempre complicado, sobre todo porque si coges un camino cierras la puerta a otros. Y más en las artes plásticas, donde aparte de hacerlo bien hay que tener suerte”, comenta.

Tras obtener una beca en París y otra en Estados Unidos, decidió ir a conocer a sus referentes, “aprendí más de ellos que de las clases universitarias”. Un día hizo las maletas y fue a aprender de artistas tan grandes como Donald Judd, Julian Schnabel o David Hockney.


Al terminar su formación decidió dedicarse a la pintura y exponer sus obras. “Al final, pintar es hablar con uno mismo. Es una confesión vital. Mi inspiración son los arquitectos y diseñadores que tienen un pie en la locura y el otro en la razón. Es el tipo de arte que no provoca, sino que reflexiona sobre las armonías de la belleza pura y la emoción. Y yo lo hago con la arquitectura, el paisaje y la estupidez humana”.


Para no perder frescura ni energía, Enrich considera que “es importante ir con la llama abierta, como cuando eras niño, lo contrario supone el principio de la decadencia. Con tanta sobredosis de información hay que buscar en otros estratos. Cada vez cuesta más sorprender con un cuadro porque con la televisión tienes todo lo que necesitas en la pantalla. Es muy complicado luchar contra la espectacularidad, la única herramienta posible es la fuerza del alma y eso es lo que intento cada vez que me enfrento a una tela”.

A veces, según él, “no emocionas solo con un cuadro, pero sí con una exposición. Jugar con el misterio es definitivo en un artista. Y más en la pintura porque el cuadro nunca debe cerrarlo el pintor, sino la persona que lo ve. El pintor debe insinuar”.


El artista afirma que “mi pintura es inexacta en el sentido de que es teatral y desordenada, con la pretensión de que sea ordenada. Mi estudio es un caos de imágenes, pero cuando creo un cuadro intento que todo tenga lógica. Es como una frustración que plasmo y adquiere profundidad porque es una obsesión”, dice.

“Cuando creo un cuadro es [...]


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