Ñaco Fabré
“Hay que amar para que todo tenga sentido”
Aprendió a pintar con los ojos cerrados “para que la pintura fuera un acto lo más auténtico posible, sin necesidad de referencias visuales”. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Palma desde el año 2008, Ñaco Fabré (Palma, 1965) entiende el arte como un camino espiritual que busca la belleza, en su caso a través de la geometría abstracta.
texto César Mateu Moyà
fotografía Íñigo Vega, Natasha Lebedeva
Cuenta Ñaco que de niño era un pésimo estudiante, “lo único que se me daba bien era el dibujo”. Así que a los 11 años lo apuntaron, por las tardes, a las sesiones de dibujo libre de la escuela de Bellas Artes. “He tenido la suerte de que a mi familia siempre le ha gustado pintar. Y también tener como vecinos a la familia de Anthony Kerrigan, que fue poeta y traductor del Premio Nobel Camilo José Cela”.
Antes de dedicarse por completo a la pintura con 23 años “tuve la ilusión de ser poeta, e incluso dedicarme al rock & roll”. Pero finalmente encauzó su vida al arte, al que dedicó en aquellos primeros años horas y horas, hasta que pudo entrar en el circuito comercial de las galerías.
“Cuando tomé la decisión fue mucho más profundo de lo que imaginaba. Ser artista no tiene nada que ver con entrar a trabajar en una empresa. El artista no se jubila, vive de un enriquecimiento espiritual que no tiene fin, una vida en la que estás creando todo el tiempo, cuando cocinas, cuando observas un objeto, cuando caminas, porque todo lo que haces acaba manifestándose en la obra”.
Su primera exposición fue en Ibiza, luego en la galería Bisart de Palma, cerca del Gran Hotel, más tarde expuso en Altair y Astarté. “Poco a poco mi obra empezó a viajar a las principales ferias del mundo, como las de Chicago, Arco en Madrid, Turín, Portugal o Valencia, entre otras”.
Dos artistas han marcado especialmente la trayectoria de Ñaco Fabré: Juan José Deudero y Ellis Jacobson. “Con Deudero pinté durante los veranos en Portocolom, aprendí de él a posicionarme bajo el sol y a entender el valor de la naturaleza para el artista. De Jacobson aprendí las incursiones dentro del arte abstracto, más cercana a la expresión del alma. Recuerdo que me hacía pintar con la mano derecha siendo zurdo, para así tener el menor control posible. Es una contradicción, pero cuando sales de tu zona de confort aparecen habilidades insospechadas”.
Jacobson también le hacía pintar con los ojos cerrados “para que el acto fuera lo más auténtico posible, para que surgiera de mi interior sin la necesidad de tener una referencia visual. Eso es básico dentro del mundo de la geometría abstracta, donde persigo mostrar lo inefable, lo que no puedo contar o explicar de otra manera”, afirma.
El arte de Ñaco es “un espacio emocional para el enriquecimiento de las personas que lo contemplan. Considero valioso aplicar todo mi esfuerzo para la simple contemplación, porque estamos inmersos en una vorágine del tiempo que nos imprime una velocidad innecesaria. Deberíamos detenernos a pensar más acerca de dónde estamos, qué hacemos y quiénes somos”.
El artista vive y trabaja en el mismo espacio. “He creado un lugar de trabajo constante. Ante todo, entiendo que el arte es [...]
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