Mariana de Delás

“Mis obras favoritas son las que vendrán”

Mientras da buena cuenta de una ensaimada en su refugio de Mallorca, la arquitecta Mariana de Delás (Barcelona, 1985) habla de su pasión a la hora de trabajar con las manos, y que en su curiosidad innata es donde encuentra su fuente de inspiración.

A diferencia de lo que haría la gran mayoría de jóvenes a la hora de elegir una carrera universitaria, Mariana de Delás se decantó por Arquitectura porque en esta disciplina “confluía todo lo que se me daba mal. Quería que la carrera me enseñara algo que yo no pudiera aprender por mi cuenta. Empecé sin tener ni idea, pero cada año aprendí a quererla un poco más”.


Cuando terminó los estudios, se encontró con que la “crisis del ladrillo” (que asoló España entre 2008 y 2013) había sumido al país en una delicada situación económica y social. Así que Mariana decidió salir de España. “De todos los destinos que me planteé en su momento, finalmente me decidí por la India. Quería ir a un país lejano donde hubiera un interés por la arquitectura, y en el que a la vez supiera que algún día desearía volver a mi casa. Envié una carta a Studio Mumbai, que me interesaba mucho porque trabajaban a menudo con las manos. Me contestaron enseguida, y me fui a vivir allí”.


Durante su estancia Mariana se empapó de “mucha arquitectura y muchos trayectos en moto”. De su estancia en el país asiático se trajo consigo un anillo especial, “se supone que tiene los cinco metales, allí los carpinteros lo llevan para atraer la buena suerte”.

Pero además de este anillo, de la India Mariana se trajo una buena amistad con su colega Astrid Rohde Wang. “Cuando regresamos a Europa queríamos seguir viéndonos, y la forma de conseguirlo fue a través de la arquitectura”. Juntas han participado en varias instalaciones y proyectos alrededor del mundo, de Francia a Bangkok pasando por Mallorca.


Conocer tantos países y regiones ha llevado a Mariana de Delás a arreglárselas muy bien en cualquier hábitat, y a ser capaz de crear prácticamente de todo con unos pocos artilugios, “en mi casa de Madrid lo he hecho todo yo: el sofá, las mesas, las estanterías... Tocar las cosas te da la oportunidad de experimentar y aprender con materiales y formas distintas sin miedo e incluso apreciando los errores”. A la joven arquitecta le gusta tanto su trabajo que también se dedica a él en su tiempo libre “hasta el punto de que nunca sé cuándo estoy trabajando y cuándo no”.

Para ella “la arquitectura es como un juego, tiene esa parte de experimentación que me parece súper divertida. Creo que hay un poco de miedo a hacer las cosas con las manos, pero a mí me encanta, supongo que por la inmediatez de hacerlo y, sobre todo, porque cuando lo haces tú con las manos es cuando realmente te das cuenta de todos los detalles”.


“La construcción es algo innato en el ser humano. De pequeños construimos castillos de arena, forma parte de nuestra naturaleza, y la arquitectura ayuda a sacar a relucir esa parte”, dice.

Mariana está siempre conectada a su infancia, “mi casa de Madrid es como una de esas casas en un árbol, cuando era pequeña me lo pasaba muy bien intentando hacerlas. Lo bonito es intentar jugar, pero sin caer a lo infantil, no rebasar esa fina línea”.


La mejor parte de todo proyecto, para mí, es cuando lo terminas. Cuando esto ocurre el sentimiento es de satisfacción y alivio”, comenta, si bien confiesa que [...]


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