Marian Moratinos

I Will Fly

La artista mallorquina Marian Moratinos (Palma, 1973) reside en Londres desde 2008. En la capital británica ha vivido los meses más duros de la pandemia, así como la rocambolesca gestión de la crisis por parte del primer ministro Boris Johnson. Los meses de encierro le han servido para crear sus Confinement Series “como una terapia de supervivencia mental”, rodeada de naturaleza y silencio.

¿Cómo ha vivido en Londres toda esta situación de la pandemia? Inicialmente con mucha ansiedad, preocupación y con mi cabeza más en Mallorca que aquí. Mientras en España el gobierno declaraba el estado de emergencia y sacaba el ejército a las calles, aquí los colegios y pubs seguían abiertos. Nos decían simplemente que fuéramos a trabajar con normalidad (¡en metro!) porque, de todas formas, nos íbamos a contagiar casi todos. Nunca me había sentido tan desprotegida como en ese momento, atrapada en plan rata de laboratorio en una falsa normalidad. Decidí encerrarme en casa 15 días antes de que el gobierno británico “aconsejara” el confinamiento e impusiera después el cierre obligatorio. Después me lo tomé mejor y, en general, he vivido toda esta situación con calma.


Mucha gente percibe en España al primer ministro Boris Johnson como un histrión. ¿Qué opina de su gestión de la crisis? Esta percepción es totalmente cierta. Le gusta cultivar su imagen de chistoso populista, aunque él es simplemente una estrategia y la fachada graciosa de los que dirigen su partido. Sería bueno como actor, pero el liderazgo al frente de una crisis así le queda grande. Su charlatanería le ha dado los votos para sacar adelante el Brexit, pero eso no basta para combatir una pandemia. Todos los gobiernos han cometido errores, pero a Johnson no le pilló por sorpresa y podría haber reaccionado muchísimo antes, siempre ha ido dos pasos rezagado. Los mensajes ambiguos y su actitud no han comunicado ni seriedad ni preocupación, solo confusión. Su gestión de la crisis me ha parecido rocambolesca de principio a fin. Las cifras hablan por sí solas.


¿Cómo era el ambiente en la ciudad, entre los londinenses? Exceptuando el principio de la crisis, cuando se vaciaron los supermercados, se ha respirado una extraña sensación de normalidad. Las calles han estado muy tranquilas y la gente se ha adaptado en general a las nuevas normas fácilmente. El aire estaba mucho más limpio y se han notado mucho los pájaros. Ha aumentado la empatía y el espíritu de comunidad hacia vecinos y personas mayores. Tampoco ha sido un confinamiento tan estricto como en España, no hemos tenido ni horarios ni imposiciones, sólo “consejos”. Ha sido fácil de llevar e incluso placentero para muchos. El problema lo veo más ahora, con la salida, cuando parece que muchos se han olvidado ya de todo.

¿Dónde vive en Londres, cómo es su espacio de trabajo? Vivo en el barrio de Chingford, en el noreste, justo donde acaba la ciudad y empieza Epping Forest, que es un bosque histórico protegido y el espacio verde más amplio de Londres. Lo tengo a 5 minutos de casa y desde mi ventana veo la calle de enfrente, algunas casas y los árboles del jardín, donde recibimos visitas de ardillas, erizos, zorros, un montón de pájaros y algún que otro ciervo pequeño. En casa tengo la suerte de tener una habitación que uso como estudio para hacer cosas de “mesa”, y para trabajos más grandes voy a imprimir a un taller de grabado. Justo antes del encierro me dio tiempo a comprar papel, tintas, una lámpara insoladora y una manguera con agua a presión que instalé en la bañera. Con eso, y un poco de paciencia, improvisé un mini estudio de serigrafía en casa.


Sus Confinement Series han surgido en este tiempo. El encierro me ha permitido centrarme de manera extraña y espontánea. Irónicamente, he percibido una libertad que hacía tiempo no sentía, y he disfrutado de la posibilidad de crear sin las restricciones del día a día. Las series han surgido como una terapia de supervivencia mental y las he enfocado desde una perspectiva muy lúdica e introspectiva, casi como un juego egoísta que me ha mantenido lejos de la situación surrealista en la que nos encontrábamos. La tranquilidad, silencio, sonidos y paseos por el bosque han sido muy estimulantes, y las series están inspiradas inicialmente en esa inmersión de naturaleza de la que he podido disfrutar a diario. Mi continuo deseo de poder volar otra vez también me ha obsesionado. No he llevado nada bien el cierre de fronteras ni la incertidumbre de no saber cuándo podría ir a “mi otra isla”. Los pájaros, aviones y personajes flotantes que aparecen casi a modo de ilustración en I Will Fly hablan un poco de todo eso.


¿Cuál considera que es el papel del arte y del artista en situaciones como esta que nos ha tocado vivir? Más que nunca hemos comprobado como el intercambio cultural es una herramienta clave de comunicación y una necesidad de expresión en momentos traumáticos, nos ha mantenido cerca emocionalmente cuando estábamos lejos en la distancia y nos hemos refugiado en libros, música y cine. El artista o creador ha aportado su propia versión de una realidad inédita contribuyendo a documentar un momento histórico, político y social muy difícil de asimilar y de explicar.

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