Mallorca antes del primer turista
De cómo hace un siglo todo giraba en torno a la tierra y la agricultura, y cualquier cambio era percibido con recelo por unos hombres y mujeres que se habían acostumbrado a vivir durante siglos aislados del mundo.
fotografía Guillem Bestard
Hace un siglo, Mallorca era una isla prácticamente desconocida y poco interesante para las vanguardias contemporáneas de la época. Como además era difícil e incómodo acceder hasta ella, solo por barco, los mallorquines siguieron viviendo prácticamente aislados como lo habían hecho sus antepasados dos o tres siglos atrás.
Esta soledad ancestral en medio del amplio mundo contribuyó a seguir afirmando la cerrazón de los isleños a toda novedad que viniera a perturbar su paz y sus viejas costumbres. Cualquier cambio en las tradiciones era observado con desprecio. Cualquier persona que llegara desde fuera era acogida con desconfianza.
Entonces, la única fuente de riqueza era prácticamente la agricultura. Todo giraba en torno a la tierra, que se conreaba de un modo casi mitológico, atendiendo a los ciclos de la luna y el santoral.
Cuidar con celo la siembra de pimientos, patatas, berenjenas y tomates, o el estado de los naranjos, era fundamental pues de ello dependía la subsistencia de cada familia. Algunos payeses afortunados también mataban un cerdo al año, con el que hacían sobrasadas, butifarrones y camaiots.
Y aquello era todo.
Las tierras más valiosas eran las de interior, pues por lógica eran las más adecuadas para el cultivo. Por herencia, estas siempre correspondían al varón primogénito. Para los hijos menores quedaban las tierras más cercanas al mar, es decir las peores, pues según su lógica no eran tan aptas para la siembra y apenas se podía sacar rendimiento de ellas.
Hoy las cosas son radicalmente opuestas, y un pequeño trozo de tierra junto al mar puede valer millones de euros. Pero antes la vida no se percibía así, ni se tenía la visión de que un día todo cambiaría tanto. Hace cien años, los mallorquines acogían con escepticismo disfrutar del mar, bañarse en sus aguas, pues según la tradición el mar no era más que “un lugar de criaturas”.
Casi imperceptiblemente para estos tranquilos payeses sin grandes ambiciones, Mallorca se fue abriendo muy poco a poco al exterior con la llegada de algunos famosos artistas al barrio de El Terreno, en Palma, o al Hotel Formentor, en el norte de la isla. Celebridades como Charles Chaplin, Errol Flynn, Gertrude Stein o Robert Graves, entre otros, fueron quizás [...]
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