Mallorca

La escena del crimen

Caminamos con la vista fija al suelo, dándole vueltas a nuestras cosas, nos cruzamos con otros transeúntes, saludamos al vecino o nos indignamos con la gente que “pasa” de recoger los excrementos de su mascota. Y sin embargo no podemos ni imaginar que la panadería de la esquina, ante la que pasamos casi cada día, fue hace décadas el escenario de un espantoso asesinato. O que en el edificio del bar de moda de la ciudad estuvo emparedado un cadáver durante varios meses. Casos reales de crímenes que una vez mantuvieron en vilo a toda Palma.

La última ejecución en la isla. Según relata el libro Crímenes y criminales en la isla de la calma, de Jeroni F. Fullana, Pedro Tudurí fue el protagonista de la última ejecución a garrote vil acaecida en Palma, el 20 de febrero de 1951. Tudurí fue sentenciado por haber ejecutado a sangre fría, seis años antes, al matrimonio al que alquilaba un local de la calle Ermitaño, y en el que la pareja regentaba el negocio de bebidas conocido como ‘Peninsular’. Esta relación comercial fue la que hizo sospechar a los investigadores de la desaparición de Marcial Giménez y Valentina Armijo, de los que se creyó que estaban pasando una temporada fuera de Mallorca, rumor extendido por el propio asesino. Tudurí se citó con Marcial en la tintorería del Pasaje Hort de Moranta, en la que trabajaba, y le atestó un golpe con una barra de hierro que le provocó la muerte instantánea. Posteriormente decidió que también debía asesinar a Valentina, quien conocía el paradero exacto de Marcial y podía desmontarle la cuartada. Se deshizo de los cuerpos quemándolos en una caldera para no dejar rastro, después de descuartizarlos. Tras su detención, el criminal confesó haber asesinado a una tercera persona, Bernardo Ramis.


El crimen de la joyera del Call. En 1953, María Llop apareció asesinada en la joyería de la calle Jaime II que regentaba junto a su madre. La hallaron tirada en el suelo, bañada en su propia sangre y con una soga atada al cuello. Desde el principio el único sospechoso fue un hombre que había pasado varias veces por el establecimiento, asegurando que iba a hacer una gran compra de joyas antes de viajar a Ámerica, tal y como informó sobre el suceso el diario ABC. Los investigadores tuvieron claro que el móvil del asesinato fue el robo, ya que la caja registradora apareció vacía y se encontraron varias joyas esparcidas por el suelo.


Las envenenadoras del barrio de La Soledad. A falta de divorcios, envenenamientos. Así pensaban las protagonistas de este luctuoso suceso, que recurrían al veneno para librarse de las amantes de sus maridos, de los propios maridos e incluso de sus suegras a principios del siglo XX. Estas envenenadoras, que operaban desde el barrio de La Soledad, sufrieron represalias, aunque fue difícil demostrar su culpabilidad e implicación en varios de los casos de asesinato por envenenamiento. La suministradora oficial del veneno se llamaba Magdalena Castell, y aunque fue sentenciada pudo librarse de la pena de muerte. Esta curandera y echadora de cartas proporcionaba a sus clientes una mezcla de bario, arsénico y harina que resultaba ser letal.


Muerte por silbidos. En la época de apogeo del estraperlo en el Barrio de Santa Catalina, varios hombres cubiertos con capas negras se escondían en las garitas de las murallas de Es Baluard. La gente transitaba cada vez más inquieta, debido a los silbidos que estos extraños personajes ocultos emitían cuando alguien pasaba a su vera. Al parecer un guardia dio con uno de ellos, y lo colgó del cuello hasta ahogarlo y acabar con su vida.


El asalto a la casa de Es Coll d’en Rabassa. Una tarde de junio de 1910, un matrimonio descansaba en la terraza de su residencia en el barrio de ‘Son Furió’ en Es Coll d’en Rabassa. Al caer la noche, la pareja decidió entrar en su domicilio, momento en que unos hombres con la cara oculta irrumpieron su calma atacándoles. Iban armados y al iniciarse una pelea acuchillaron al marido. Después de darles todo el dinero que tenían en la casa, los ladrones escaparon y la mujer pudo pedir auxilio. El marido murió pocos días después en el hospital debido a las heridas sufridas durante el forcejeo. Fue muy difícil encontrar culpables, pero a raíz de otro crimen que sucedido en Bunyola se vinculó el caso y se consiguió condenar a cadena perpetua a dos sospechosos.


Asesinato de Paquita Garrido. La última vez que se vio a la niña Paquita Garrido, de seis años de edad, fue en la pista de patines del barrio de La Soledad. Esa tarde de otoño de 1965 [...]


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