Elena Gual

Pasajes de la vida misma

El día que contempló el cuadro Los Girasoles en el Museo Van Gogh de Amsterdam, Elena Gual (Palma, 1994) decidió que quería ser pintora. “En ese momento sentí lo mismo que cuando escuchas una canción y no sabes explicar por qué te emociona tanto. Pero en ese instante yo supe que quería dedicar mi vida a pintar”. Llamó a sus padres para contárselo y, a partir de ahí, empezó su viaje por las más prestigiosas escuelas de pintura clásica en Florencia, Nueva York y Londres. Recientemente ha cerrado un acuerdo de representación a nivel mundial con Gallery Red.

De niña, ¿ya querías ser pintora?

Conscientemente, no. Inconscientemente, sí. De pequeña hacía un montón de actividades extraescolares relacionadas con el arte. Iba a clases de pintura, a gimnasia rítmica y a piano, al que le tengo un cariño especial. Aprendí a tocar las escalas, las notas y, una vez tuve una buena base, improvisé. Con el arte quise hacer lo mismo.


Siempre has viajado mucho. ¿En qué consideras que te ha influido conocer tantos lugares distintos?

He tenido la fortuna de conocer muchos países en varios continentes. Cada uno de estos lugares eran para mí una lección de vida, y estoy donde estoy gracias a aquellos descubrimientos. Pero, sin duda, del viaje que más aprendí fue el de mi año sabático, después de terminar el bachillerato.


¿Adónde fuiste?

Fui a la India a vivir cuatro meses en un orfanato. Analicé e interpreté la diferencia de cómo tratan a una mujer allí y aquí. Muchas de esas niñas escapaban de sus casas porque las maltrataban y querían tener una educación. Igual que cuando fui a Perú, donde estuve en una organización de niñas menores de 16 años que tenían bebés, la mayoría porque las habían violado. Fueron años de aprender muchas cosas, que me fueron muy bien para entender el mundo. Aquellas mujeres que conocí se ven hoy reflejadas en mis obras.


Todas esas experiencias te ayudaron a encontrar tu camino.

Sí. Antes de ese año sabático quería ser arquitecta, porque era una opción segura. Pero aquel tiempo en la India me enseñó que hay que ir en busca de lo que de verdad te llama. Sin ese año sabático, hoy no sería pintora, pues normalmente no tenemos tiempo para elegir nuestro camino.


Los Girasoles de Van Gogh, en el museo de Amsterdam, te mostraron el camino. Y al poco tiempo ingresaste en la Academia de Arte de Florencia para estudiar pintura clásica.

Tuve la opción de estudiar Bellas Artes o ingresar en una academia. Y preferí una academia porque quería lograr esa base para luego improvisar, como con el piano. Primero aprendes el abecedario, y luego formas palabras. No cogí un pincel hasta el segundo año. El primer año básicamente dibujábamos, te ponían una escultura y hasta que no quedaba perfecta, no podías pasar al siguiente dibujo. Recuerdo que lo pasé mal, porque no me podía expresar y a veces se me olvidaba la razón de por qué estaba allí. Descubrí que para aprender hay que llorar, disfrutar y soñar con ello. Cuando vives estas tres cosas, has aprendido.


Con menos de 30 años has visitado medio mundo, has estudiado en centros de gran prestigio y expuesto con gran éxito. ¿Cómo valoras todo esto?

He tenido mucha suerte. Siempre he tenido ganas de explorarme y de explorar fuera. De todo lo que tengo cerca y lejos. Pero aún me falta mucho por aprender y vivir. Quiero aprender más sobre la creatividad, sobre todo cómo fomentarla y potenciarla. Y vivir en otro país, no durante diez días, sino el tiempo suficiente para poder respirarlo. Me gustaría ir a Japón.


¿Por qué pintas con espátula?

Al principio pintaba con pincel y utilizaba mucho el aguarrás, hasta que un día [...]


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