Brisas
Crónica de una época
Entre abril de 1934 y julio de 1936, la revista Brisas fue editada en Palma bajo la dirección literaria del escritor Llorenç Villalonga e impresa en los talleres de la Imprenta Vich, en Inca. Una joya editorial absolutamente moderna para su tiempo en cuyas páginas de cultura, moda, arte, crónica social, deportes, literatura y viajes descubrimos un tiempo perdido y, a la vez, sorprendentemente no tan alejado del nuestro.
texto Iván Terrasa
La primera vez que tuve en mis manos la revista Brisas fue en la biblioteca de La Misericordia. Entonces ni se me pasaba por la cabeza que algún día fundaría mi propia revista, IN PALMA.
Gracias a que siempre anoto la fecha exacta en la que compro todos mis libros, sé que fue en 1999 cuando leí la novela Mort de Dama, del escritor palmesano Llorenç Villalonga. La fascinación por esta obra, pero sobre todo por su autor, me llevaron a adquirir nuevos títulos suyos: la novela Bearn, un recopilatorio de Cartas y Artículos escritos por Villalonga, y el recopilatorio de notas inclasificables Pousse-Café, recogidas por el escritor José Carlos Llop.
Precisamente Pousse-Café es el nombre de la sección que, bajo el pseudónimo “Chop”, Llorenç Villalonga escribió en casi la totalidad de las 27 ediciones de Brisas que vieron la luz entre abril de 1934 y julio de 1936, mes y año en que estalló la Guerra Civil española y que, entre muchos otros finales, también supuso la liquidación de esta publicación avanzada a su tiempo.
Pero situémonos al principio, en los primeros años de la década de los treinta, cuando Europa disfrutaba días de champán y rosas y la vida prometía ser una fiesta interminable. Una época en la que Mallorca empieza a llenarse de aristócratas extranjeros con títulos rimbombantes, de bellezas rubias procedentes del norte, de timadores exquisitamente perfumados y de artistas sin fortuna que le dan un color único a las noches de Palma y El Terreno, ya sea en fiestas en lujosas villas sobre el mar, o entre las sombras de la boite de moda, Trocadero. “El aire moderno se envicia. Algunas drogas se anuncian en las revistas voluptuosas y son esencia favorita de artistas y otras cocottes demimondaines. La noche posee su faz no por oscura, oculta. El mercado negro combina con las pitilleras de plata, la aventura de tintes antropológicos con la rigurosa etiqueta, el espionaje con la piel marfileña de la prostitución más selecta”, escribe José Carlos Llop acerca de aquella época.
Llorenç Villalonga estudió Medicina y ejerció durante un tiempo como psiquiatra en la Clínica Mental de Jesús, convencido de que, a través de esta disciplina, obtendría las respuestas que tanto le inquietaban acerca del misterio existencial del ser humano. Como no lo logró, se dedicó a escribir libros.
Bastante viajado para un joven mallorquín de la época (Madrid, Barcelona, París) y muy culto, Villalonga fue elegido por el empresario catalán Antonio Pàmies para dirigir la nueva revista que tenía en mente. Sin ningún pudor, el propio Villalonga reconoce que “yo quería hacer un magazine refinado, destinado a un público snob, elegante y frívolo”.
Aunque ahora pueda no parecer gran cosa para el público general, hace 70 años Brisas fue una revista vanguardista, ilustrada, lujosa en su formato, que rompió moldes en la encerrada sociedad mallorquina que por fin pudo ver, en sus páginas de papel couché, a qué se dedicaba toda aquella gente extraña que un buen día había llegado a la ciudad y que apenas se dejaba ver a plena luz del día.
“En Brisas –dice Villalonga– había, como en todas las revistas elegantes de aquel tiempo, recetas de belleza, maneras de comportarse, notas de sociedad, consultorios, reseñas de fiestas, modas, inventos y comentarios diversos”.
Algunas de sus portadas son auténticas obras de arte. Se imprimía en la ya desaparecida Imprenta Vich de Inca, y el gran retratista Gaspar Rul·lan era su director de fotografía. En ella encontramos poemas de Federico García Lorca, artículos de Aldous Huxley, dibujos de Pablo Picasso. La fascinación por el cine norteamericano y sus estrellas, por el deporte y en especial el boxeo, por la Bauhaus y Le Corbusier, y por los automóviles de lujo, fueron otras señas de identidad de la revista. En cuanto a las páginas de publicidad, hoy nos llama la atención el tono abiertamente machista de muchas de ellas, que se tenía por natural en aquella época.
La primera vez que tuve antes mis ojos la colección completa de Brisas, hace unos quince años, no pude permitirme comprarla por su precio. Hasta que, por azares del destino, hace unos pocos meses volvió a surgir la posibilidad de adquirirla completa y en buen estado. Y esta vez no dejé pasar la oportunidad.
Salvando las distancias, y tras leer durante semanas los 27 números de la colección, me emociona sentir como, en cierto modo y sin pretenderlo, IN PALMA conserva analogías con Brisas en cuanto a [...]
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