Balbina Fullana
“Siempre he confiado en mi intuición”
La influencia de sus padres (“mi padre trabajaba en la carpintería familiar y mi madre se aficionó a la cerámica y a hacer todo tipo de manualidades con objetos reciclados en casa”) ayudó a Balbina (Mallorca, 1983) a valorar los trabajos sencillos y hechos a mano desde pequeña. Unos valores que hoy se reflejan en sus delicadas y originales piezas de barro.
texto César Mateu Moyà
fotografía Íñigo Vega
“Recuerdo que cuando iba a preescolar me encantaba jugar con la plastilina. Mis padres siempre tuvieron muy claro que lo mejor para mí era hacer algo relacionado con el arte. Así que a los 11 años me apuntaron a clases de dibujo con la artista Teresa Matas. Allí me encantaba dibujar con carboncillo y pintar con acuarelas. Hasta el punto que, unos años más tarde, decoré mi habitación con un mural de un dios azteca. Cuando mis amigos venían a casa y veían el mural, se asombraban y me decían: ¿Pero tus padres te dejan pintar en las paredes?” rememora la ceramista Balbina desde su casa en Lloseta.
Tras terminar el colegio, Balbina estudió Bellas Artes en Barcelona. “Es curioso: durante la carrera la cerámica y la pintura no me interesaban, eran procesos muy lentos y entonces yo necesitaba inmediatez, recibir inputs muy rápidos”. Al terminar la carrera “me entró ese miedo de pensar ¿y ahora qué hago con mi vida? Al final decidí seguir estudiando un máster de audiovisuales, y también trabajé como asesora en la Fundación Miró”, relata.
Poco tiempo después regresó a Mallorca. En su isla natal abrió un estudio de diseño multidisciplinar junto a su expareja. “Él se encargaba del interiorismo y yo del diseño gráfico y la web. Creamos un proyecto de una tienda online de muebles nórdicos. Yo hacía de intermediaria e iba a las ferias de Milán y París a comprar lo que encajaba con mi propuesta”. Pero pronto se dio cuenta que en aquel proyecto “todo lo que hacía estaba enfocado a la venta, no hacía nada creativo, así que lo cerré”.
Un día, estando en casa de su madre, se sentó frente al torno que ella tenía. “Cuando lo probé ya me lo quería llevar a casa”. Más allá de la universidad, Balbina nunca fue a clases de cerámica, “me he buscado la vida para aprender, siempre he confiado en mi intuición”. Hoy está al frente de su propia empresa, BAL LAB, “un laboratorio creativo en el cual trabajo con mis propias manos conjugando mis tres grandes pasiones: arte, diseño y fotografía. Mi trabajo es slow y minimalista, siempre ligado a un estilo de vida más sostenible y cercano”.
Cuando trabaja con el barro, Balbina asegura que el sonido constante del torno la sumerge en un estado de desconexión total. “Me focalizo en la pieza y me da igual lo que me haya pasado durante el día. Tocar tu trabajo con las manos es una sensación muy agradable, es muy diferente a estar todo el día frente al ordenador. Siento paz, tranquilidad y concentración”.
Para Balbina “la vida es un camino. Es lo único y lo más precioso que tenemos, por eso hay que [...]
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