Música que hace bien
Más allá de ritmos y melodías, la música actúa sobre nuestro sistema nervioso central, nos alegra y nos entristece. Nos emociona. La musicoterapia es un tratamiento complementario que estimula al cerebro, ofreciendo apoyo físico y psicológico, como demostró el neurólogo Oliver Sacks en 1966.
texto Marina Sancho
fotografía Íñigo Vega
Con su camiseta favorita puesta, Aitor, de 6 años, espera sentado sobre la cama. Los dibujos de la tablet le distraen mientras pasa el tiempo no muy alejado de su gorra roja y negra de Spiderman. Hasta que se escuchan dos golpecitos suaves en la puerta. Y acto seguido aparece Pau, entrando sigiloso en la habitación con las dos cosas que siempre le acompañan: su guitarra y su sonrisa.
Enseguida el musicoterapeuta y el paciente se sonríen el uno al otro, sin dejar de mirarse. A Pau le brillan los ojos, y Aitor deja entrever sus dientes en una sonrisa un tanto tímida. La conexión y el vínculo de protección que se produce es mágico, hechizante. Un ukelele, ocho campanas y hasta un piano desplegable pasan por las manos de Aitor durante el tiempo que dura la sesión, sin duda el mejor momento del día para él.
Cuando Aitor llegó en el área de oncología pediátrica del hospital Universitario de Son Espases, en Palma de Mallorca, apenas hablaba, era un niño con miedo que no quería separarse de su madre. La musicoterapia le está ayudando a soltarse y a cantar. A sentirse más seguro y mejor consigo mismo.
“La musicoterapia no va de un músico que hace canciones. Yo no vengo aquí solamente a cantar. Esto va mucho más allá”, explica Pau Català, musicoterapeuta de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Baleares (ASPANOB). Con estudios musicales de piano y guitarra, un máster y un postgrado en esta disciplina, Pau lleva cuatro años paseando su maleta llena de instrumentos de habitación en habitación.
Fue en 1966 cuando el neurólogo Oliver Sacks estudió por primera vez el efecto que la música producía en pacientes con la enfermedad de Parkinson. A raíz de aquel éxito, inmediatamente se impulsó la creación de unidades de musicoterapia en hospitales de Estados Unidos.
En Mallorca la musicoterapia ha experimentado un importante crecimiento en los últimos años. Hospitales como Son Espases, Sant Joan de Déu o el hospital Joan March ofrecen este tipo de terapias. ASPANOB fue la primera en apoyar financieramente el proyecto, al que se han ido sumando varias ONGs.
Al igual que Aitor, Noa, de 14 años, despierta con la música de Pau. Arrinconando por unos instantes el rumor de los ventiladores, el eco de las bombas de infusión, el silbido del oxígeno, el traqueteo de los carros, el pitido del pulsioxímetro y el murmullo de voces adultas de médicos y enfermeras mientras hacen rondas. Los típicos ruidos que un niño enfermo de cáncer acostumbra a escuchar en el hospital.
Hay días en los que Pau entra en la habitación de Noa y ella tiene los ojos cerrados, medio dormida todavía. Poco a poco y suavemente la va despertando con la canción de Coco —la película infantil — que más le gusta, Recuérdame. Se la canta muy flojito y observa como poco a poco Noa va abriendo los ojos y sacando las manos de debajo de la manta, pidiéndole a Pau las maracas. En ese instante su madre aprovecha para incorporarla, y entre los dos logran activarla. “La música tiene esa capacidad sedante y de activación”, añade Pau.
Desenfundando su guitarra, Pau se las ingenia para que Noa acepte el trueque de juguete por instrumento de música que le propone. “Y ahora ¿cuál cantamos?”, le pregunta. El ritmo, el tono, la letra, la melodía y la armonía son algunas de las herramientas de las que se sirve Pau para progresar en los objetivos que se ha marcado con cada paciente. “Es difícil de explicar con palabras. La musicoterapia es mi vida”, cuenta emocionado.
La experiencia musical es una opción que se brinda a los pacientes que lo desean. Pero si un día Aitor, por ejemplo, se siente cansado y no está con ánimos para una sesión de musicoterapia, Pau lo respeta y no entra en su habitación. “Lo que le estoy indicando es que él tiene el poder de decisión. No puede decidir sobre que le pongan una quimio, pero sí puede decidir sobre esto”, explica.
El día que Aitor canta un poco más alto y se suelta y sale de su rigidez habitual, o el día en que logra estimular a Noa para que ponga la mano sobre las cuerdas de la guitarra consiguiendo un movimiento entero, son los días en que Pau se marcha a casa satisfecho y con los “deberes hechos”.
Gracias al estudio de la musicoterapia y su relación con la medicina hoy sabemos que escuchar música activa las cortezas visuales, auditivas y motrices. Acercándonos un poquito más a la increíble orquesta que habita en nuestro cerebro.