Helena Rubí

La vida a veces

Pasó 20 años trabajando en departamentos de comunicación en la administración pública de Baleares. Hasta que un día dijo basta y se entregó en cuerpo y alma a sus verdaderas pasiones: el arte y la fotografía. Las imágenes que Helena Rubí cuelga a diario en su perfil de Instagram si_soy_helen son verdadera poesía visual, acompañadas de una sencilla frase que refleja cómo es la vida, a veces.

Eran lágrimas afiladas cortando al bies.
A veces se me escapan las letras.
Sé, que no quedará, ni un solo verso.
Aunque a veces, parecemos tontos.
Y perderse no sería tan malo, pensamos.
Salgan despacio y con las manos en alto.

“Yo era una persona con muchísima presión y no me daba cuenta de lo que sucedía al mi alrededor”, confiesa Helena, con la misma incredulidad y fascinación de una persona que ha vuelto a la vida después de experimentar una ECM (Experiencia cercana a la muerte).

De hecho, el cambio de chip en su vida está relacionado con el fallecimiento de un ser querido, su padre. “Entonces algo pasa, te das cuenta de que la muerte es real, la tocas muy cerca y te das cuenta de que hay que disfrutar cada día con lo que hacemos”.

Así es como, de pronto, Helena empieza a ver bonita incluso la basura. “Tengo una serie de dibujos y esquemas donde reflejo la basura como algo bello. No sé qué me pasó, empecé de pronto a desarrollar una hipersensibilidad psicológica hacia todo lo que me rodeaba”.


La escena es clara. “He dejado mi trabajo en la administración pública y mi padre acaba de morir. Estoy sentada en un banco del parque, un parque en el que no había estado en mi vida. De pronto me encuentro físicamente frente al silencio, mirando a la gente a los ojos, observando a una paloma que se está besando con otra. Un impulso me lleva a sacar el teléfono del bolsillo. Y entonces empiezo a disparar”.

Desde entonces, Helena sube cada día una fotografía a su perfil de Instagram, bajo el nombre si-soy-helen. “Cada día hay algo que me pone la piel de gallina y le saco una imagen. Cada día hago una foto y la cuelgo, y escribo lo que me sugiere al verla”. 


Antes de la fotografía vinieron los dibujos al carboncillo y la escritura de poesías. “Al colgar en Instagram esas primeras fotografías que surgen por casualidad, descubro que lo que hago, sin ir más allá, sin buscar calidad, ni definición, ni profesionalidad, ni venta ni absolutamente nada, conecta con un montón de gente en todo el mundo, y que detrás de esos perfiles hay personas, no empresas, ni robots, ni ningún objetivo económico ni nada. Y eso es lo que me hace sentir más llena, me ayuda a ver la diferencia de mirada al mundo que nos rodea, como parte de mi transformación”. 


Helena da su razón de por qué defiende a Instagram “como gran red social al margen de los postureos, los influencers y todo ese mercado que no me interesa para nada. Yo hablo de cómo me ha conectado con personas que tienen las mismas aficiones que yo, que damos el mismo valor a la vida a través de la fotografía, y eso se lo voy a agradecer siempre a la creación de esta red”.


A veces las mejores imágenes vienen cuando está aburrida en casa, “suelen ser las más artísticas, ahí es cuando experimento”, dice. “Yo creo que las fotos me encuentran a mí, cada día las veo, pero no las busco”. Su marido la anima a que estudie un poco y pueda empezar a venderlas, “pero yo no soy fotógrafa, ni lo pretendo, no tengo ni idea de lo que es la profesionalidad de un fotógrafo, ni la calidad, ni la luz ni el conocimiento de todas esas cosas. Yo lo único que sé es que el sol da una luz diferente, y que esa luz nos da vida”.


Sobre el éxito de acogida de sus fotografías, Helena afirma que “nunca me lo esperaba, ni tampoco era mi intención. Mi objetivo tenía más bien que ver con la sentencia de Nietzsche: tenemos el arte para no morir de la verdad”.

Aunque aún no lo ve del todo claro, una galería de París se puso en contacto con ella el pasado año para participar en una exposición colectiva con artistas de toda Europa. El éxito de esta muestra la ha llevado a repetir experiencia, esta vez en Varsovia. Entre sus planes figura también realizar una exposición en Madrid.

“Sí, pensándolo bien, creo que lo voy a intentar”.

Eran lágrimas afiladas cortando al bies.
A veces se me escapan las letras.
Sé, que no quedará, ni un solo verso.
Aunque a veces, parecemos tontos.
Y perderse no sería tan malo, pensamos.
Salgan despacio y con las manos en alto.
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