Establecimientos emblemáticos
El alma de Palma
Algunos han sobrevivido a dos guerras mundiales. Y a la globalización. Y al coronavirus. En Palma se conservan comercios que siguen dedicándose con pasión a la misma actividad desde hace décadas (incluso los hay que llevan 300 años abiertos). Por eso, siempre merece la pena recordarlos. Y apoyarlos.
fotografía Íñigo Vega / Archivo



Es inevitable pasear hoy por el casco antiguo de Palma sin sentir cierta nostalgia por la confitería Can Frasquet, el Forn des Teatre (que al menos conserva su precioso rótulo art nouveau) o la papelería Casa Roca, negocios recientemente desaparecidos que atesoraban más de un siglo de historia y varias generaciones al frente, padres, hijos y abuelos trabajando a diario codo con codo. Resulta hermoso y hasta conmovedor que en tiempos de Amazon y Aliexpress existan personas que acuden a las tiendas de toda la vida, en vez de comprar por internet objetos que no se han probado, ni tocado ni olido.
Cualquier día de la semana, a las puertas de la Merceria Àngela (C. Jaime II, 33), abierta desde el año 1685, uno puede encontrarse cola. Clientes a los que el actual propietario, Miquel Aguiló, trata con cordialidad de toda la vida mientras se mueve ágilmente entre el mostrador y las cajoneras de madera rellenas de secretos de alta costura, cajas con miles de botones, hilos de todos los colores, corbatas, medias, abanicos… “La diferencia entre ayer y hoy es que, de ser cuatro dependientas, además de mi padre y yo, ahora estoy yo solo atendiendo. Espero seguir hasta que me jubile. Luego, ya se verá”.
A la entrada de La Pajarita (C. San Nicolás, 2) un cartel indica su año de inauguración: 1872. Este negocio gourmet fue la primera tienda de ultramarinos de Palma. “Se nos olvida que ultramarinos viene de ultramar. Nosotros fuimos los primeros en traer a Mallorca productos que antes eran desconocidos”, comenta Javier Mulet, perteneciente a la quinta generación al frente de este establecimiento, al que le queda poco por recibir a la sexta. Curiosamente fueron los primeros en importar los plátanos a Mallorca. Los colocaban en un rincón especial de la tienda, iluminados con un foco que atraía a mucha gente. También introdujeron el champagne Moët & Chandon.
Pedro Juan Massanet no pertenece a la familia Martorell, pero es gerente de Can Joan de s’Aigo (C. de Sanç, 10) desde hace año y medio. Al fallecer Juan Martorell y no dejar descendencia, dejó la herencia de este negocio de 1700 a sus ocho sobrinos, protagonistas de la tercera generación de la familia que inició el nevater Joan de s’Aigo, quien recogía la nieve en la Tramontana y que creó el primer helado de almendra, hoy el más famoso de su carta. “Ellos han querido que mantuviera la esencia de siempre: buena calidad, mucho empeño y cariño para llegar a todo el mundo”.
En 1866, el señor Llofriu usaba una tostadora de carbón para su tienda de café en una travesía de la calle San Nicolás. Cuando se retiró, una familia de Andratx tomó el relevo de Cafés Llofriu (Mercat del Olivar, 2-3). A pesar de los cambios de manos y espacios, la empresa conserva el mismo logotipo del siglo XIX, siendo éste el más antiguo de Mallorca.
A mediados del siglo XVI, Mallorca contaba con dieciséis talleres de cordería censados. Hoy, la Mimbrería Vidal (C. Corderia, 26) es uno de los pocos negocios que sigue ofreciendo cestas y objetos de mimbre, entre otros. Tomás Vidal, nieto del primer propietario conocido, todavía arregla sillas encordadas. Y se enorgullece de haber internacionalizado sus productos, gracias al comercio on-line que los hace llegar hasta países como Alemania o Inglaterra.
Estos son solo algunos ejemplos de los cerca de 90 establecimientos emblemáticos catalogados por Palma Activa - Ayuntamiento de Palma (www.palmaactiva.com) que incluye nombres tan ilustres como el Bar Bosch, Casa Vila, el Celler Sa Premsa, el Colmado Colom, el Forn de La Glòria, La Veneciana, la Joyería Pinya-Grau o Vidrierías Gordiola, entre otros. Espacios que albergan un pequeño gran trozo de la historia de nuestra ciudad.


