Clemente Vergara

El porqué de las cosas

Hay veces que, al tomar una decisión, uno siente al instante que ha cometido un error. Algo así le sucedió de adolescente al fotógrafo Clemente Vergara (Valencia, 1985), quien sólo muchos años más tarde fue capaz de comprender que la vida sigue sus propios designios, y que las cosas, aunque al principio no seamos capaces de verlo, siempre suceden por alguna razón.

Miedo. Esta es la palabra. Si Clemente Vergara decidió estudiar ingeniería ambiental en lugar de arquitectura, su pasión de adolescente, fue por miedo. “Le pedí consejo a mi padre y me dijo que la construcción suelen ser ciclos: 20 años buenos y 20 años malos. Ahora estamos en un boom muy potente, me dijo entonces. Para cuando tú acabes la carrera, todo habrá bajado bastante”. Aquella reflexión paterna fue la causa del miedo de Clemente, y de que su vida tomara otro rumbo. “De todos modos, he de decir que mi padre no iba desencaminado. Porque cuando acabé la carrera de ingeniería en 2009, vi como muchos arquitectos tuvieron que irse de España por culpa de la crisis”.


Así y todo, la sensación de que había sido un error no estudiar arquitectura estuvo presente durante muchos años en la cabeza de Clemente. Fue entonces cuando apareció la fotografía, como un bálsamo, un remedio con el que empezar a ver el sentido a las cosas. “A través de la fotografía empecé a disfrutar de la parte más bonita de la arquitectura, la más romántica, la más visual. Fotografiar me ha ayudado a mirar con perspectiva, a darme cuenta del porqué de las cosas y el sentido de hacia dónde nos lleva la vida”.

 

Un instinto diferente en cada persona

De pequeño los padres de Clemente lo llevaban a él y sus hermanas Julia y Lucía a visitar museos. “Las exposiciones que más me gustaban eran de la Bauhaus”, recuerda. También recuerda los juegos que se inventaba su padre. “Para los niños pequeños visitar un museo puede ser duro. Por eso mi padre se inventó un juego para que no me aburriera mientras caminábamos de la mano. Consistía en que yo tenía que elegir mis tres cuadros favoritos, y si alguno de ellos coincidía con su cuadro favorito, entonces me compraba un helado al salir. Aquello era un chantaje, pero sin duda me ayudó a desarrollar la forma de mirar una obra”.


En sus fotografías Clemente [...]


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