Coronavirus
Caminando hacia adelante
Nuestra capacidad de congeniar la aceptación y la adaptación a los nuevos tiempos será fundamental a la hora de sobrellevar la situación provocada por el coronavirus.
texto Juan Antonio Morillas Kieffer, psicólogo clínico
fotografía Biel Grimalt
La reciente pandemia no ha pasado desapercibida, avanzando rápida y contundentemente sin distinción entre naciones ni clases sociales.
Las primeras reflexiones del tipo “a mí no me pasará nada” o “el virus no llegará a mi entorno”, dieron rápidamente paso a una situación tan irreal que desmoronó todas nuestras expectativas.
Cientos de miles de personas han fallecido en todo el mundo, debido en gran parte a que los sistemas sanitarios no han podido dar la respuesta necesaria. Así ha ocurrido en España, donde los profesionales sanitarios, ante la precariedad, han tenido que experimentar escenas brutales y espeluznantes, haciendo medicina de guerra, contagiándose y falleciendo muchos de ellos. La ansiedad, el burnout y la indefensión han sido respuestas evidentes en este colectivo, ante la paradoja del aplauso a las ocho y la estigmatización. Sin olvidar al resto de profesionales que han seguido en la brecha, permitiendo nuestra subsistencia durante estos dramáticos meses.
Ante este panorama, las respuestas a nivel psicológico para gestionar las diferentes situaciones se hacen evidentes. El impulso hacia nuestras necesidades fundamentales se manifiesta ahora con más fuerza que nunca, y la seguridad, el cobijo y la alimentación vuelven a ser necesidades de primer orden.
Durante las primeras semanas, nuestras emociones más intensas estuvieron relacionadas con el miedo y la posibilidad de contagiarnos. La ansiedad que supone estar frente a una situación completamente desconocida, en la que un ser querido o nosotros mismos podíamos perder la vida. Y también, desde luego, el miedo y la incertidumbre ante la posibilidad de perder nuestro trabajo.
Las cifras que se manejan, con cierta asepsia estadística, hacen referencia a miles de personas que ya no podrán estar aquí, junto a nosotros. Las personas mayores que han fallecido no pertenecen a una especie diferente, simplemente han ido acumulando años a través de las diferentes vicisitudes de la vida. Qué difícil ha sido para ellas no poder reaccionar, y finalmente perder la vida, generando entre sus seres queridos sentimientos de indefensión, de frustración y de rabia derivada de situaciones muy duras que requieren un análisis bioético pormenorizado.
Desde el primer momento, las recomendaciones psicológicas han estado relacionadas con dar descanso a nuestro sistema nervioso, a no estar constantemente conectados a las noticias y solo buscar información rigurosa en momentos puntuales.
Las interacciones sociales nos han permitido estar más conectados que nunca a través de la red. Y a la vez, hemos estado expuestos a un sinfín de información desacertada, por parte de personas que allanan el conocimiento científico y hacen exhibicionismo moral sin ningún tipo de ética.
También hemos sentido una inquietante dependencia de los políticos, que con sus continuos volantazos nos han sumido en la duda sobre si sus decisiones estaban bien fundamentadas o no, con el interés electoral flotando siempre en el ambiente.
Ahora nos toca caminar hacia adelante, a partir de este aprendizaje que nos ha sido forzosamente impuesto. El pensamiento desiderativo, en el que nos gustaría que las cosas fueran como antes, no nos ayuda: porque muchas cosas han cambiado para siempre.
Nuestra manera de maltratar el planeta, nuestra desconsideración con el medioambiente pasa ahora factura, en forma de un virus de ínfimo tamaño que, sin embargo, ha logrado paralizar gran parte de las dinámicas de todo el mundo.
Nuestra capacidad de congeniar la aceptación y la adaptación a los nuevos tiempos será clave a la hora de sobrellevar esta novedosa e inesperada situación.
Un gran porcentaje de la población tiene, entre otros, problemas de ansiedad, de sueño y de depresión, clínicamente significativos y que pueden requerir de intervención profesional.
En términos resilientes, algo muy importante ha cambiado en nosotros: nuestras expectativas de un tipo de vida han dado un giro radical.
Cuidarnos y ayudarnos de manera colectiva, y no tanto desde un punto de vista egocéntrico, será fundamental en este devenir. Así como la valoración, el desarrollo y el respeto por la ciencia.
Debemos aprender a coexistir con este tipo de pandemias, aceptar que nuestras costumbres han cambiado, y ser capaces de vivir, como nos enseña la psicología budista, en el momento presente. Con la capacidad de adaptarnos, con relativa periodicidad, a los giros que nos depara esta nueva realidad.